Algunos libros son leídos, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos.
(Francis Bacon)

viernes, 18 de enero de 2013

El tambor de hojalata - Günter Grass

Autor: Gunter Grass
Título original: Die Blechtrommel
ISBN: 84-473-0021-8
Editorial: RBA Editores
Género: Literatura contemporánea
Fecha publicación: 1959
Fecha edición: 1994
Páginas: 565
 
Sinopsis:
Retrato fiel y minucioso de una época decisiva para toda Europa, y especialmente para Alemania -el periodo de entreguerras, durante el cual despertó el nazismo, y la Segunda Guerra Mundial-, esta novela cuenta la historia de alguien que no quiere crecer. A la temprana edad de tres años, Óscar Matzerath decide revelarse contra la realidad, contra su entorno, frenando su desarrollo, tocando un tambor de hojalata y gritando con su potente voz. A través de los ojos de Óscar, tristes y lúcidos, asistimos al canto del cisne de un país y una sociedad que se desmoronan, que se autodestruyen lentamente.
Volker Schlondorff realizó una adaptación cinematográfica en 1979 que ganó el Oscar a la mejor Película Extranjera y la Palma de Oro en Cannes.
 
Fragmentos:
Bruno Münsterberg -éste es, hablando ahora en serio, el nombre de mi enfermero- compró para mí quinientas hojas de papel de escribir.(...) Semejante servicio nunca habría podido solicitarlo de mis visitantes, de mi abogado o de Klepp, por ejemplo. Sin la menor duda, el afecto solícito hacia mi persona habría impedido a mis amigos traerme algo tan peligroso como es el papel en balnco y ponerlo a disposición de las sílabas que incesantemente segrega mi espíritu.
...
La guerra ya se había agotado. Se estaban improvisando tratados de paz, cuidando de que pudieran procurar motivos de nuevas guerras.
...
Al igual que todo el mundo, los días en que un sentimiento inoportuno de culpabilidad, que nada logra desalojar del cuarto, me aplasta contra las almohadas de mi cama de sanatorio, me escudo en mi ignorancia, que entonces se puso de moda y aún siguen llevándola muchos, cual sombrero elegante que les sienta bien.
...
En el Bodegón de las Cebollas de Schmuh nada servían de comer, y el que quería comer tenía que irse a algún otro sitio, porque quí sólo se cortaban cebollas. ¿Cómo así? Porque así se llamaba justamente, y, lo que es más, porque la cebolla, la cebolla cortada, la cebolla cortada, si bien se mira adentro... no, los clientes de Schmuh ya no veían nada, o algunos ya no veían nada, porque les venían las lágrimas a los ojos. No porque se les desbordara el corazón, porque no se ha dicho que cuando el corazón se desborda los ojos hayan necesariamente de llorar; los hay que no lo logran nunca, sobre todo durante los últimos decenios pasados, y por ello algún día se designará a nuestro siglo como el siglo sin lágrimas, pese a todos sus sufrimientos, y por ello también precisamente, por razón de esa falta de lágrimas, la gente que disponía de los medios para ello iba al Bodegón de las Cebollas de Schmuh y se hacía servir por el dueño una tablita de picar -puerco o pescado- y un cuchillo de cocina por ochenta pfennings y, por doce marcos, una vulgar cebolla de cocina, de jardín o de campo, y la iban cortando en pedacitos cada vez más pequeños, hasta que el jugo lo lograba. ¿Qué lograba? Lograba eso que el mundo y el dolor de este mundo no lograban producir, a saber: la lágrima esférica y humana. Aquí se lloraba. Aquí, por fin, volvíase a llorar. Se lloraba discretamente, o sin reserva, abiertamente. Aquí corrían las lágrimas y lo lavaban todo. Aquí llovía, aquí caía el rocío.
...
 
 
Seré sincera, no ha sido ésta una lectura sencilla, más de una vez tuve que pararme y releer algún fragmento para entender el "tamborileo" de Óscar. Tres meses justos me ha llevado la tarea...
Y es que no es (o no me resultó) fácil seguir el compás de Óscar, que decide que a los tres años no crecerá más, justo el día que recibe su primer tambor de hojalata, que no es sólo un instrumento sino que se convertirá en un apéndice del pequeño Óscar...
Esa firme convicción de estancarse en noventa y cuatro centímetros y de no separarse de su tambor, son, durante todo el libro, una combinación antagónica entre la inocencia infaltil y lo macabro, porque la historia de Óscar (ni el por qué de su rechazo a crecer) no tiene nada que ver con aquel Peter Pan de cuento que tampoco quería crecer. No. Nada que ver.

Óscar y su apéndice son los protagonistas absolutos de la novela, pero hay más, no debemos quedarnos ahí, además de unos cuantos secundarios de lujo (algunos esperpénticos, otros menos "raros"), es la historia también de un país antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial..
Y es que la deformidad de Óscar parece seguir el ritmo de la deformidad de un país. El pequeño se "detiene" (por voluntad propia) en sus tres años, un país en guerra se estanca, deja de "crecer" como país para convertirse en algo esperpéntico, deforme... en una joroba (como la de Óscar) que aunque pueda para algunos tener "algo" de bueno, no deja de ser una alteración anómala, una pesada carga...

Seguí "escuchando" a Óscar y su tambor, contando su historia, alternando la primera y la tercera persona, fuí partícipe de sus deformidades (físicas y psíquicas), de su animalidad, de sus desgracias y maldades impúdicas... y el propio Óscar acabó convirtiéndose (para mí) en una alegoría a un país deforme, mutilado, plagado de maldades impúdicas... a una guerra que, antes incluso que Óscar (a sus tres años) debiera haber dejado de "crecer"...

Y quizá este libro sea (o debiera ser) -para muchos- como ese club de jazz que aparece en el libro "El bodegón de las cebollas" donde la gente, en lugar de ir a emborracharse al ritmo de la música, pela cebollas para poder llorar... porque se viven (y vivieron) tiempos en los que parece que muchos olvidaron el sabor de las lágrimas..

Yo nunca tuve un tambor, como Óscar, pero si tuve (y tengo) como él, un armario donde guardo mis demonios..

No juzguéis a Óscar, puesto que nunca fue un niño..
 
 
Mi voto: 8
 
 
Cine;
-El tambor de hojalata (1979-Alemania) Volker Schlöndorff. (7)