Algunos libros son leídos, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos.
(Francis Bacon)

domingo, 21 de julio de 2013

Molloy - Samuel Beckett

Autor: Samuel Beckett
ISBN: 978-84-206-0857-0
Género: Literatura contemporánea
Editorial: Alianza
Fecha publicación: 1951
Fecha edición: 2010
Páginas: 263
 
Sinopsis:
Primera de las novelas de la gran trilogía que completan Malone muere y El innombrable. Molloy constituye el punto de arranque de la etapa en que, tras la Segunda Guerra Mundial, Samuel Beckett (1906-1989) abandona el ingles en favor del francés como lengua literaria y ahonda en la visión trágica del mundo contemporáneo a través de imágenes en las que lo grotesco sirve para potenciar al máximo el patetismo y desolación de la vida humana.
La enajenación, la soledad, la falta de identidad y el anonimato condenan a los personajes del novelista irlandés a una lucha sin sentido con su propia existencia, para la que ni siquiera la aniquilación final de la muerte constituye ya una esperanza.
 
Fragmentos;
A mí lo que me gustaría es hablar de las cosas que aún me quedan, despedirme, terminar de morirme de una vez. No me dejan.
...
Que no vengan a hablarme de la luna, en mi noche no hay luna, y si alguna vez hablo de las estrellas se debe a un descuido.
...
Mi madre me veía con gusto, es decir, me recibía con gusto, pues hacía mucho tiempo que no veía nada. Haré lo posible por hablar de ella con serenidad. Éramos los dos tan viejos, yo había nacido siendo ella tan joven, que parecíamos una pareja de viejos compinches, sin sexo, sin parentesco, con los mismos recuerdos, los mismos rencores, las mismas esperanzas. No me llamaba nunca hijo, cosa que por otra parte yo tampoco habría soportado, sino Dan, no sé por qué, no me llamo Dan. Quizá Dan era el nombre de mi padre, sí, quizá me tomaba por mi padre. Yo la tomaba por mi madre y ella me tomaba por mi padre. (...) Cuando tenía que darle algún nombre la llamaba Mag. Y la llamaba Mag porque, aunque no hubiera sabido razonarlo, para mí la letra g abolía la sílaba ma, le escupía en la cara, por así decirlo, mejor que cualquier otra letra. Y al mismo tiempo así satisfacía una necesidad, profunda y sin duda inconfesada, la necesidad de tener una ma, es decir, una mamá, y de anunciarlo en voz alta. Porque antes de decir mag se dice ma, es evidente. Y da, en mi tierra, quiere decir papá.
...
Terminé comprendiendo que mi modo de reposar, mi actitud durante el reposo, a horcajadas sobre mi bicicleta, el brazo sobre el manillar, la cabeza entre los brazos, atentaba ya no recuerdo contra qué, el orden, el pudor. Señalé modestamente mis muletas y aventuré algunos rumores sobre mi enfermedad, que me obligaba a reposar como podía y no como debía. Entonces creí comprender que no había dos leyes, una para los sanos y otra para los inválidos, sino una sola, a la que debían someterse ricos y pobres, jóvenes y viejos, felices y desdichados.
...
Voy a advertiros de una cosa: cuando las asistentas sociales os ofrecen graciosamente una bazofia como para ni mirarla, lo cual en ellas constituye una obsesión, es inútil mostrarse recalcitrante. Os perseguirán hasta los confines de la tierra blandiendo su vomitivo. Las del Ejército de Salvación no están mucho mejor. No, relamente no conozco defensa alguna contra el gesto caritativo. Hay que inclinar la cabeza, tendiendo las manos confusas y temblorosas, y decir gracias, señora; gracias, buena señora. El que no tiene nada no tiene derecho a despreciar la mierda.
...
Me parece mucho más peligroso el dolor que se reprime.
...
Aquella noche emprendí el camino de regreso. No fui muy lejos. Pero fue un comienzo. El primer paso es lo que cuenta. El segundo ya cuenta menos.
...
13.º ¿Qué diantres hacía Dios antes de la creación?
...
17.º ¿Qué iba a hacer hasta el momento de mi muerte? ¿No podría hallarse algún medio de adelantarla sin incurrir en pecado?
...
 
 
Beckett siempre me impresiona.
Con Beckett he descubierto que una "novela" no tiene siempre que exponernos un "caso", no siempre tiene que contarnos una experiencia personal, ni la historia de Molloy, ni la de Moran (protagonistas ambos de este libro)... No, el arte de Beckett es precisamente un... "algo", no un algo contado sobre ese algo.
Beckett consigue que la atención del lector no vaya dirigida a lo que nos cuenta (porque algo nos cuenta), si no al modo de contárnoslo.
Beckett no narra, reflexiona.
Y en esa reflexión nos presenta a Molloy y a Moran, los dos buscan algo; Molloy, a su madre, Moran a Molloy. Nos cuenta una historia, sí, pero ésta es sólo el pretexto.
Esas búsquedas vienen salpicadas; nos salpica la vejez, la enfermedad, la inmovilidad, el estancamiento... síntomas físicos del paso del tiempo. Y esas lesiones físicas, ese envejecimiento del cuerpo no hacen sino mostrarnos la alteración, la descomposición y la incapacidad humana (no de la humanidad, si no del individuo/s), y con esa soledad que acompaña a los "buscadores", con su misma supervivencia -porque ninguno vive, sobrevive-, marcada por enfermedades, parálisis, amputaciones, abandonos... Beckett nos muestra que todos estamos enfermos, inmóviles, amputados. Y solos.
Y es que, como Molloy, transitamos por la vida "chupando piedras", empeñados en contarlas, en no gastarlas demasiado, en mantenernos ocupados en "nada" mientras la vida se nos escapa.
 
La histora se presenta en dos partes; la primera la de Molloy, la segunda, la de Moran. Dos monólogos. Son como dos relatos independientes pero a la vez imprescindibles el uno del otro. Los sucesos del primero se reproducen en el segundo y aunque todo parezca precipitarse al vacío, aunque todo se nos presente igual, aunque no estemos seguros de si los sucesos son reales o imaginarios, lo que Beckett nos ofrece es buscar una meta, esa meta que se aleja hasta cuando parece ya cercana.
 Así es la vida.
 
Y llegamos al final.
Todo lo leído hasta el momento se tambalea. ¿Quién es Molloy? ¿Y Moran? ¿Tendré suficientes piedras para el camino? ¿Es verdad que no llueve?
Penetré en el misterioso terreno de Beckett. ¿O no entré? Lo que sí sé es que no he salido...
Y que llegará la medianoche. Y que lloverá.
 
Molloy (y me refiero al libro) es...como una continua ansiedad por el acontecimiento que nunca ocurre. La desesperanza de la espera. La inhumanidad.
 
Beckett siempre me impresiona.
Me imagino a Beckett, con esa cara, esa expresión, esas arrugas y esos rasgos tan suyos... menospreciándome por haber hecho un comentario tan ininteligible de su obra, por haberla querido interpretar.
Y podría oír su risa, como podría oír las gotas de lluvia caer. Si es que estuviera lloviendo, claro.
 
 
Mi voto: 8
 
 
 
 
 

miércoles, 3 de julio de 2013

Firmin - Sam Savage

Autor: Sam Savage
Título original: Firmin: Adventures of a Metropolitan Lowlife
ISBN: 978-84-322-2824-7
Género: Narrativa
Editorial: Seix Barral
Fecha de publicación: 2006
Fecha de edición: 2007
Páginas: 222
 
Sinopsis:
Nacido en el sótano de una librería en el Boston de los años 60, Firmin aprende a leer devorando las páginas de un libro. Pero una rata culta es una rata solitaria. Marginada por su familia, busca la amistad de su héroe, el librero, y de un escritor fracasado. A medida que Firmin perfecciona un hambre insaciable por los libros, su emoción y sus miedos se vuelven humanos. Original, brillante y llena de alegorías, Firmin derreocha humor y tristeza, encanto y añoranza por un mundo que entiende el poder redentor de la literatura, un mundo que se desvanece dejando atrás una rata con un alma creativa, una amistad excepcional y una librería desordenada.
 
Fragmentos;
 
Cuando pienso en mamá en ese momento sólo palabras me penetran en la mente. Enrosco la concentración hasta el borde del desvanecimiento y sigo sin ver más que una forma borrosa y las palabras "escasez de tetas"...
...
La verdad es que nunca he estado bien de la cabeza. Lo que pasa es que yo no ataco molinos de viento. Hago algo peor: sueño con atacar molinos de viento, estoy deseando atacar molinos de viento y a veces iamgino que he atacado molinos de viento.
...
Y no tienes que creerte los relatos para que te gusten. Me gustan todos. Me encanta la progresión del planteamiento, del desarrollo  y del desenlace. Me encanta la lenta acumulación de significados, los brumosos paisajes de la imaginación, los recorridos laberínticos, las laderas boscosas, los reflejos en los estanques, los giros trágicos y los deslices cómicos. La única literatura que no soporto es la de las ratas, incluídos los ratones. Me carga el Rata de "El viento en los sauces", tan bondadoso, tan bueno. A Mickey Mouse y a Stuart Little me dan ganas de mearles en la boca. Van por ahí arrastrando los pies, afables, primorosos, se me hincan en el gaznate como espinas de pescado.
...
A pesar de mi inteligencia, de mi tacto, de mi creciente erudición, seguía siendo una criatura de grandes incapacidades. Leer es una cosa, hablar es otra, y no me refiero a hablar en público. No quiero decir que padeciera ninguna fobia social, aunque de hecho, tal fuera el caso. No: me refiero a la propia articulación vocal de la que no era capaz. Mi locuacidad rayaba en la charlatanería, pero estaba condenado al silencio. Vamos, que no tenía voz. Todas esas frases tan bellas que me revoloteaban por la mente como mariposas, de hecho estaban presas en una jaula de la que nunca lograrían evadirse. Todas esas palabras bellas que, una vez bien especiadas hacía sonar en el silencio asfixiado de mi cabeza, eran tan inútiles como los miles, quizá millones, de palabras que había arrancado de los libros para zampármelas, los fragmentos inconexos de novelas enteras, comedias, poemas épicos, diarios íntimos y confesiones escandalosas: todas por el desagüe, mudas, inútiles, desperdiciadas. El problema es fisiológico: no tengo cuerdas vocales adecuadas. Pasaba horas declamando versos de Shakespeare.
Nunca iba más allá de unas pocas variantes ininteligibles del chillido básico. Ahí tenemos a Hamlet, empuñando la daga: chillido, chillido, chillido (y ahí tenemos a Firmin, aguantando la bronca del público, que le arroja los cojines de las butacas). Me sale mejor el fragmento en que Macbeth dice eso de que la vida es un cuento narrado por un idiota, que nada significa: hay que reconocer que en este texto quedan muy propios unos cuantos chillidos bien colocados. ¡Ay, qué payaso! Me rio, por no llorar, otra cosa que, claro está, tampoco puedo hacer.
Ni reír tampoco, ya que estamos, salvo dentro de la cabeza, donde hace más daño que las propias lágrimas.
...
 
 
Seré breve. Cuando el libro saltó a mis manos, no había oído hablar de Firmin ni de su autor, ese señor barbudo que me recordó al ver su foto la de un naúfrago en una isla, y acabé naufragando yo en el mar de palabras, de ternura y tristeza que son la historia de esta rata con la que más de un devorador/a de libros se sentirá identificado;
"Yo, por mi parte, he vivido más que todos ellos y, a cambio, he muerto mil muertes distintas. Cuando muera de verdad, será un aburrimiento."
De fácil lectura, pero no por ello insustancial, divierte y conmueve al mismo tiempo esta rata que renuncia a más de uno de sus congéneres, que odia los encantos de Mickey Mouse o Stuart Little, porque goza de defectos tan humanos como el derrotismo, porque ríe aunque no oigamos sus carcajadas, porque llora aunque no veamos sus lágrimas, porque tiene mucha más humanidad que muchos de los que nos colgamos el título de humanos...
Una fábula moderna, que nos enseña el poder humanizante de la literatura (a cualquiera, sea cuál sea su condición)... pero que al mismo tiempo puede alejarnos del resto del mundo...
 
Y éste sí... es un libro que recomendaría a cualquiera..
 
 
Mi voto: 8