Algunos libros son leídos, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos.
(Francis Bacon)

jueves, 1 de agosto de 2013

Las benévolas - Jonathan Littell

Autor: Jonathan Littell
Título original: Les Bienveillantes
ISBN: 9788489662520
Género: Literatura contemporánea
Editorial: RBA
Fecha de edición: 2007
Fecha de publicación: 2006
Páginas: 978
 
Sinopsis:
Jonathan Littell nos hace revivir los horrores de la Segunda Guerra Mundial desde el lado de los verdugos, al mismo tiempo da cuenta de una vida como pocas veces se ha hecho. Las benévolas es la epopeya de un ser arrastrado por su propio recorrido y por la historia.
 
"Uno cree saberlo todo ya sobre el vertiginoso salvajismo con que lo nazis se encarnizaron en su afán por liquidar judíos, Jonathan Littell nos revela que no, que todavía fue peor, que los crímenes, la inhumanidad de los verdugos, alcanzaron cimas más altas de monstruosidad de lo que creíamos. Son páginas que quitan el habla."
-Mario Vargas Llosa-
 
Fragmentos;
 
Pese a mis fallos, que han sido muchos, no he dejado de ser esos que opinan que las únicas cosas indispensables para la existencia humana son respirar, comer, beber, defecar y buscar la verdad. El resto es facultativo.
...
 A este ritmo, espero llegar algún día al estado de gracia de Jérôme Nadal y no tener inclinación por nada que no sea no tener inclinación por nada.
...
Cerca de mí traían a otro grupo: se me cruzó la mirada con la de una chica joven y guapa, casi desnuda, pero muy elegante, tranquila, con los ojos llenos de una inmensa tristeza. Me alejé. Cuando volví, todavía vivía, medio caída de espaldas; una bala le había salido del cuerpo, debajo de un pecho, y jadeaba, petrificada; le temblaban los lindos labios, que parecían querer articular una palabra; me miraba fijamente con aquellos ojos grandes, sorprendidos e incrédulos, unos ojos de pájaro herido; y aquella mirada se me clavó, me abrió de arriba a abajo el vientre y dejó salir un chorro de serrín; yo era un vulgar muñeco y no sentía nada y, al tiempo, quería con toda el alma inclinarme y limpiarle la mezcla de tierra y sudor de la frente, acariciarle la mejilla y decirle que no pasaba nada, que todo saldría de la mejor forma posible; pero, en vez de eso, le metí compulsivamente una bala en la cabeza, lo que, en última instancia, venía a ser lo mismo en lo que a ella se refería, en cualquier caso, aunque no para mí, pues a mí, al pensar en aquel despilfarro humano insensato,  me invadía una rabia inmensa, desmedida; seguía disparándole, la cabeza le había reventado, como una fruta; entonces, se me desprendió el brazo y se fue solo por el barranco, disparando a todos lados; yo lo perseguía, haciéndole señas con el otro brazo para que me esperase, pero no quería, se burlaba de mí y les disparaba el sólo a los heridos, prescindiendo de mí y les disparaba él solo a los heridos; al fin, sin resuello, me detuve y me eché a llorar. Se acabó, pensaba; mi brazo no volverá nunca, pero, para sorpresa mía, allí estaba, en su sitio, sólidamente unido al hombro; y Häfner se acercaba y me decía; Déjelo ya, Obersturmführer. Yo lo sustituyo.
...
Allí, bajo la luz del verano, pensaba en aquella decisión que habíamos tomado, en aquella idea extraordinaria de matar a todos los judíos, fueren quienes fuesen, jóvenes o viejos, buenos o malos, de destruir el judaísmo destruyendo a quienes lo portaban en sí, una decisión bautizada con el nombre, bien conocido ya, de Solución Final.
...
-El pasado se acabó, Max.
-El pasado no se acaba nunca.
...
 
En mi primer intento, el libro pudo conmigo, me rendí y lo aparqué a las pocas páginas. Pero algo quedó ahí... Me ha pasado con algún que otro libro (no muchos, no suelo dejarlos a medias) que termina agobiándome o aburriéndome su lectura y ahí están, en la estantería, sin que me hallan vuelto a "llamar". No fue el caso de Las benévolas, cuando me acercaba a ella (a la estantería) siempre parecía gritarme el Señor Aube si pensaba quedarme sin "oír" su particular historia. Y cayó. Vaya si cayó...
Y es que sus casi mil páginas asustan, su densidad abruma, pero una vez superados y asumidos esos miedos me vi inmersa en una pesadilla alucinante, cruel y poderosa...
Hace algún tiempo ya de aquel mal sueño y pese a mi mala memoria, releyendo para buscar algún fragmento que colgar, recuerdo las sensaciones que me provovó, recuerdo que Max Aue -el protagonista- me pareció un muerto en vida. Y creo que entendí algo más...
 
El "Señor" Aue, oficial de las SS, nos cuenta, una vez terminada ésta, sus experiencias en la II Guerra Mundial, contadas (y creo que esta es una de las claves del libro) como si nos estuviera haciendo un informe de su trabajo, del trabajo de un empleado público que se enorgullece de su trabajo, que participa en el desarrollo y gestión de los campos de concentración y exterminio con la frialdad y profesional exigida a un "trabajador", a veces parece no haber rastro de humanidad, sólo de profesionalidad... Esto me planteó muchos interrogantes, me dejó boquiabierta en más de una ocasión y me creó algún que otro dilema moral...
 
Pero al Aue "persona" (calificarlo de humano me parece demasiado) lo llegamos a conocer también, sí. Es culto y elegante, pero también misógeno y con un instinto depravado e incestuoso. Un muerto en vida que mata sin mancharse las manos de sangre.
Creo que también para poder acabar el libro, hay que aparcar el juicio al hombre (a Aue), porque de lo contrario será difícil llegar a conocerlo. Hay que ponerse en su lugar, preguntarse qué habríamos hecho en su caso, que sí, que ya se la respuesta "yo no lo hubiera hecho".
Yo tampoco.
Ahora es fácil.
 
Creo que esa es otra de las claves del libro. La culpa; "¿Es culpable, por ejemplo, el guardagujas del ferrocarril de la muerte de los judíos a quienes encarriló hacia un campo de extermino?" " ¿Soy culpable? Vosotros habríais hecho también lo que yo hice. A lo mejor tuvísteis más suerte que yo, pero no sois mejores".
 
No creo que Littell haga apología del nazismo, en realidad, creo que no hace apología más que del sentido común, de la sinceridad con uno mismo, del hecho de ser consecuentes con los propios actos, aunque éstos sólo sean un acto de obediencia, de miedo o de protección.
 
Como todo Best seller, en su día le salieron muchas y variadas malas críticas.
No es un libro que yo recomendaría a cualquiera, no porque me pareciera un mal libro, no, más bien porque no se trata de una novela "al uso". Es densa como pocas, es una mezcla de novela y ensayo, los diálogos son casi novelados, con algunas escenas muy, muy crueles, con algunas otras escatológicas...
La miseria moral chorrea y desborda páginas y páginas...
Y acabas, en alguna ocasión, sintiéndote como el protagonista, muerta en vida.
Porque, reconozcámoslo, no es tan lejano a cualquiera de nosotros.
Y eso aterra...
 
 
Aquí; (Tocata) podréis leer el capítulo inicial, que es a su vez la presentación del personaje por sí mismo. Como aperitivo... ¿indigesto?
 
 
Mi voto;  7
 
 

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