Autor: Eduardo Blanco Amor
Título original: A esmorga
ISBN: 9788433410863
Género: Narrativa
Editorial: Ediciones Júcar
Fecha de publicación: 1959
Fecha de edición: 1985
Número de páginas: 160
Sinopsis;
La novela, «comenzada por una visión seminconsciente de mi infancia», dice su autor, fue escrita de un tirón, en poco más de un mes. El escritor parecía liberarse así de viejos fantasmas. Blanco-Amor concentra en ella todo un mundo marginal de prostitutas, camorristas, machos elementales y machos con corazón de mujer, en una ciudad, Auria, que podía ser cualquiera de la lastimada geografía española de principios de siglo. La parranda es la novela de un crimen, de una muerte que se espera desde el principio y que el escritor retrasa, sabiamente, bajo el celaje ritual de la lluvia, monótona, constante, interminable. Pero es también la historia de la tensión secreta de un personaje, Milhomes, que partícipe de un itinerario violento de veinticuatro horas con dos compañeros de borrachera y juerga, se arrastra hacia un previsible y violento final presidido por la muerte.
Fragmentos;
(...) Si no pensase
tanto, me decía para mis adentros, sería como esos que están ahí a sus anchas,
con el bandullo lleno de comida, durmiendo como chicos entre una diablura y
otra, que así es, y cada uno es como es... Pero yo no, yo cavilo las cosas,
pasando de las que son a las que no son, y de unas en otras siempre llego a la
muerte, y entonces ya no pienso más, porque al llegar ahí es cuando me coge de
lleno el "pensamiento", que es como marcharme de este mundo, y que no es el irle
pasando las cosas a uno por la mollera, una a una, como suelen, con sus
lugares, sus caras y el nombre de las cosas. El "pensamiento" es venir todo
junto y embrollado en un solo instante, hasta que ya no aguanto más y todo se me
borra... Que así es la cosa, como si fuese enfermedad, aunque doler no me duele
nada. Cuando me viene de repente, es como algo que se me creció, así, como
dentro de la tabla del pecho, perdonando el modo de señalar, como si me
quisieran estallar los pulsos, y que me lleno todo de una fuerza tal como si
fuese a saltar en pedazos.
¡Qué barbaridad!
Pero otras veces me viene adespacio, y es como una cansera, como cuando uno se
empieza a dormir, y comienzo de hundirme, de hundirme, que es cuando más miedo
me da, que despierto de un salto, porque tengo cavilado que si me dejo ir hasta
hundirme del todo la cosa no va a parar hasta la muerte. Y, si a mano viene,
puede ser que sea la muerte que anda ansiosa de mí para llevarme sin enfermedad,
como quien se duerme, que ya se han visto casos... y las más de las veces que me
doy al vino es para librarme de eso, aunque no se crea, pero cada uno sabe lo
suyo y Dios lo de todos. El vino es lo único que me aparta del "pensamiento", lo
único que me saca de este ir cayéndome para dentro de mí, que no me puedo parar
sino en la muerte...
No sé si usía me
entendió, pero ahora ya lo sabe todo.
...
-No, señor, no tengo ni más ni menos ganas de hablar que ayer. Lo que pasa es que, de aquí en adelante, tengo que pensar bien las cosas antes de soltarlas... Tengo que removerlas bien, es un decir... Toda esta noche les estuve dando vueltas, que lleve el diablo lo que dormí, pues se me enredaban todas en la cabeza como aquel que no puede discernir; a caballo unas de las otras por la mollera, que hasta me semeja que tantas no son para pasarlas en una sola noche.
...
-¿Y qué más hechos quiere usía? Los hechos son estos, uno a uno, tal como fueron sucediendo. Ya dije que el final de todos ellos fue por las cosas que antes pasaron, y todo ha de decirse, que si las cosas no hubieran pasado así, tampoco el fin hubiera sido como fue, ya lo dije también. Aunque lo cierto es que cada cosa que hacíamos no era como las que se suelen hacer en las parrandas, que todas son trastadas de diversión y mocedad, y que luego tienen remedio... Nosotros íbamos haciéndolas de mal en peor, como si las hiciésemos sin darnos cuenta, para que luego no tuvieran remedio, como quien va cerrando puertas tras sí y tirando las llaves, que eso es lo que quiero decir: como aquel que va hacia su perdición, sin más.
El "padecedor" de ese "pensamiento" no es otro que Cipriano (también llamado Cibrián o el Castizo), protagonista y narrador de los hechos...
Prácticamente todo el texto de la novela (salvando el comienzo; "Documentación", y el párrafo final que nos cuenta cómo acabó la juerga (La parranda) del Castizo y sus amigos) se basa en el amplio testimonio que el juerguista expone ante un juez, cuyas preguntas sólo conoceremos a través de las respuestas de Cipriano, pues durante toda la obra son sustituídas por guiones, un ejemplo;
-
-Sí, señor... Pues tengo que decir que seguía lloviendo a chuzos.
A través de ese "diálogo", Blanco Amor parece querer mostrarnos, sin "enseñarnos" las palabras, quien tiene el poder y los medios de presión...
Y es que el juez (el poderoso), es el de fuera, el "extranjero", y la distancia infranqueable entre el que interroga y el interrogado se marca constantemente -con una firme intención irónica- en las frecuentes aclaraciones, correcciones y divagaciones de las respuestas...
El diálogo acaba siendo trabajoso y hasta en cierto modo imposible, el juez sólo quiere respuestas concretas, el Castizo necesita, además..un desahogo..
Y así, ante los oídos del poderoso, siempre mudo, va desgranándose la inmoral historia de las correrías de Cipriano y sus amigos; Juanito el "Bocas" y Eladio el "Milhombres"...
Y esa historia es el enloquecido vaivén de una borrachera sin fin, la crónica de unas manos manchadas de sangre, la desolación de un viaje alucinado hasta el fondo de la botella, el esperpento desenfrenado que parece no buscar redención en unos, pero ser la última meta de nuestro narrador...
Y es también la historia de una virilidad mal entendida, de una sexsualidad no aceptada, de la tristeza no reconocida de Socorrito (protagonista fugaz pero importante en la historia)... y del final inmerecido que le espera..
Así que "La Parranda" acaba siendo la crónica de un mundo mísero y miserable, un terreno de claroscuros violentos y grotescos, unos hombres siempre mojados (por fuera por la incesante lluvia -omnipresente a lo largo la historia-, por dentro por el incesante trasiego de alcohol)...
Una fuerza ineludible parece conducir los pasos de los protagonistas hacia la desgracia; así parece entenderlo el Castizo en su orgullosa y autoimpuesta mansedumbre ante el juez...
Y cómo no, es la historia del padecer ese "pensamiento" (que cada lector le ponga la definición que crea conveniente)...
Y de cómo se quiso ser... y se acabó siendo...
Prácticamente todo el texto de la novela (salvando el comienzo; "Documentación", y el párrafo final que nos cuenta cómo acabó la juerga (La parranda) del Castizo y sus amigos) se basa en el amplio testimonio que el juerguista expone ante un juez, cuyas preguntas sólo conoceremos a través de las respuestas de Cipriano, pues durante toda la obra son sustituídas por guiones, un ejemplo;
-
-Sí, señor... Pues tengo que decir que seguía lloviendo a chuzos.
A través de ese "diálogo", Blanco Amor parece querer mostrarnos, sin "enseñarnos" las palabras, quien tiene el poder y los medios de presión...
Y es que el juez (el poderoso), es el de fuera, el "extranjero", y la distancia infranqueable entre el que interroga y el interrogado se marca constantemente -con una firme intención irónica- en las frecuentes aclaraciones, correcciones y divagaciones de las respuestas...
El diálogo acaba siendo trabajoso y hasta en cierto modo imposible, el juez sólo quiere respuestas concretas, el Castizo necesita, además..un desahogo..
Y así, ante los oídos del poderoso, siempre mudo, va desgranándose la inmoral historia de las correrías de Cipriano y sus amigos; Juanito el "Bocas" y Eladio el "Milhombres"...
Y esa historia es el enloquecido vaivén de una borrachera sin fin, la crónica de unas manos manchadas de sangre, la desolación de un viaje alucinado hasta el fondo de la botella, el esperpento desenfrenado que parece no buscar redención en unos, pero ser la última meta de nuestro narrador...
Y es también la historia de una virilidad mal entendida, de una sexsualidad no aceptada, de la tristeza no reconocida de Socorrito (protagonista fugaz pero importante en la historia)... y del final inmerecido que le espera..
Así que "La Parranda" acaba siendo la crónica de un mundo mísero y miserable, un terreno de claroscuros violentos y grotescos, unos hombres siempre mojados (por fuera por la incesante lluvia -omnipresente a lo largo la historia-, por dentro por el incesante trasiego de alcohol)...
Una fuerza ineludible parece conducir los pasos de los protagonistas hacia la desgracia; así parece entenderlo el Castizo en su orgullosa y autoimpuesta mansedumbre ante el juez...
Y cómo no, es la historia del padecer ese "pensamiento" (que cada lector le ponga la definición que crea conveniente)...
Y de cómo se quiso ser... y se acabó siendo...
Mi voto: 8
Cine;
-Parranda. (1977-España) Gonzalo Suárez