Algunos libros son leídos, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos.
(Francis Bacon)

jueves, 16 de mayo de 2013

Viaje al fin de la noche - Louis Ferdinand Céline (1)

Autor: Louis Ferdinand Céline
Título original: Voyage au bout de la nuit
ISBN: 978-84-350-0893-8
Género: Clásicos de la literatura
Editorial: EDHASA
Fecha de publicación: 1932
Fecha de edición: 2001
Páginas: 573
 
Sinopsis;
Es posible que, tras ciertas experiencias extremas, el mundo y sus habitantes tan sólo merezcan compasión o desprecio. La prosa amarga y quebradiza de Céline, su característico ritmo acelerado, el lirismo salvaje y descarnado con que construyó a sus personajes o la altiva mueca con que contempló la existencia han provocado siempre las más encontradas reacciones; pero sin duda le convierten en uno de los autores de mayor vigencia y, a través sobre todo de la generación beat, tal vez en el que mayor influencia ha ejercido en las nuevas promociones de narradores. Ferdinand Barmadu, el protagonista, es un héroe de nuestro tiempo, y sabido es que nuestro tiempo apenas sí da héroes: herido en la primera guerra mundial, enamorado de una prostituta sin futuro, sobreviviendo el las colonias francesas en África, persiguiendo su particular sueño americano, de regreso en Francia trabajando como médico rural... Una historia capaz de llegar a lo más hondo del corazón humano; una gran novela que contiene muchas claves para comprender la literatura europea y latinoamericana actual.
 
Fragmentos;
 
El brigada de avituallamiento, guardián de los odios de la tropa, dueño del mundo de momento.
Quien habla del porvenir es un tunante, lo que cuenta es el presente. Invocar la posteridad es hacer un discurso a los gusanos.
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El amor es como el alcohol, cuanto más impotente y borracho estás, más fuerte y listo te crees y seguro de tus derechos. *
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Perdemos la mayor parte de la juventud a fuerza de torpezas.
Era evidente que me iba a abandonar, mi amada, del todo y pronto. Yo no había aprendido aún que existen dos humanidades muy diferentes, la de los ricos y la de los pobres. Necesité, como tantos otros, veinte años y la guerra, para aprender a mantenerme dentro de mi categoría, a preguntar el precio de las cosas antes de tocarlas y, sobre todo, antes de encariñarme con ellas.
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(...)Gradualmente, mientras duraba aquella prueba de humillación, yo notaba que mi amor propio estaba listo para dejarme, esfumarse aún más y después soltarme, abandonarme del todo, por así decir, oficialmente. Digan lo que digan, es un momento muy agradable. Después de ese incidente, me volví para siempre infinitamente libre y ligero, moralmente, claro está. Tal vez lo que más se necesite para salir de un apuro en la vida sea el miedo.
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Los perros, cuando duermen, se parecen a los lobos.*
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No hay que explicar nada. El mundo sólo sabe matarte como un durmiente, cuando se vuelve, el mundo, hacia ti, igual que un durmiente se mata las pulgas. La verdad es que sería una muerte muy tonta, me dije, como la de todo el mundo, vamos. Confiar en los hombres es ya dejarse matar un poco.
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Es la edad también, que se acerca tal vez, traidora, y nos amenaza con lo peor. Ya no nos queda demasiada música dentro para hacer bailar a la vida: ahí está. Toda la juventud se ha ido a morir al fin del mundo en el silencio de la verdad. ¿Y adónde ir, fuera, decidme, cuando no llevas contigo la suma suficiente de delirio? La verdad es una agonía ya interminable. La verdad de este mundo es la muerte. Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca me he podido matar.
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Una noche habrá que adormecer para siempre a la gente feliz, mientras duermen, os lo digo yo, y acabar con ella y su felicidad de una vez por todas. El día siguiente no se hablará más de su felicidad y habremos conseguido la libertad de ser desgraciados cuanto queramos...
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El viaje es la búsqueda de esa nulidad, de ese modesto vértigo para gilipollas..*
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"-De acuerdo -respondió ella-. Acompáñame hasta mi casa y te daré un poco de dinero y después te vas a donde quieras."
Quería dejarme tirado en plena noche y lo antes posible. Cosa normal. De tanto verte expulsado así, a la noche, has de acabar por fuerza en alguna parte, me decía yo. Era el consuelo. "Ánimo, Ferdinand -me repetía a mí mismo, para alentarme-, a fuerza de verte echado a la calle en todas partes, seguro que acabarás descubriendo lo que da miedo a todos, a todos esos cabrones, y que debe encontrarse al fin de la noche. ¡Por eso no van ellos hasta el fin de la noche!
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En la fatiga y la soledad se manifiesta lo divino en los hombres.*
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Ahora la casa está cerrada. Eso es lo único que he sabido. Buena, admirable Molly, si aún puede leerme, desde un lugar que no conozco, quiero que sepa sin duda que yo no he cambiado para ella, que sigo amándola y siempre la amaré a mi modo, que puede venir aquí, cuando quiera compartir mi pan y mi furtivo destino. Si ya no es bella ¡mala suerte!¡Nos arreglaremos! He guardado tanta belleza de ella en mí, tan viva, tan cálida, que aún me queda para los dos y para por lo menos veinte años aún, el tiempo de llegar al fin.
Para dejarla, necesité, desde luego, mucha locura y un carácter chungo y frío. Aún así, he defendido mi alma hasta ahora y Molly me regaló tanto cariño y ensueño en aquellos meses en América, que, si viniera mañana la muerte a buscarme, nunca llegaría a estar, estoy seguro, tan frío, ruin y grosero como los otros.
...
 


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