Autor: Max Frisch
ISBN: 84-89669-53-8
Título original: Homo Faber
Género: Literatura contemporánea
Editorial: Diario El País, S.L.
Fecha de publicación: 1957
Fecha de edición: 2002
Número de páginas: 261
Sinopsis;
El ingeniro Walter Faber está acostumbrado a que el mundo responda técnicamente, de acuerdo con la ley de probabilidades. Siempre ha tenido el más absoluto control de las cosas y las personas que lo rodean, hasta que llega a Corinto y la tragedia irrumpe en su vida con toda su implacable y humana violencia.
Fragmentos;
(...) Claro que no me refería a los robots como suelen pintarlos las revistas ilustradas, sino a las máquinas de calcular de gran velocidad, los llamados cerebros electrónicos, máquinas que actualmente superan ya a cualquier cerebro humano. Son capaces de realizar 2.000.000 de sumas o restas en un minuto. En el mismo tiempo realizan un cálculo infinitesimal, calculan logaritmos a una velocidad superior a la que nosotros necesitamos para leer el resultado, y un problema que antes hubiera exigido toda la vida de un matemático lo resuelven en pocas horas y en forma mucho más segura; la máquina no puede olvidar nada porque comprende todas las informaciones necesarias mucho mejor que un cerebro humano y en ella no cabe margen de error. Pero sobre todo, la máquina no tiene experiencias, no tiene miedo ni esperanzas, sólo sirven para estorbar, no tiene deseos en cuanto al resultado, sino que trabaja según la pura lógica de la probabilidad, por eso sostengo yo que el robot comprende mejor que el hombre, sabe mejor lo que sucederá en el futuro que nosotros, porque lo calcula, no especula ni sueña, sino que es gobernada por sus propios resultados y no puede equivocarse; el robot no necesita intuiciones...
...
La muchacha quiso salir en mi ayuda y, en vista de que yo no conocía las esculturas del Louvre, llevó la conversación hacia los robots; pero yo no tenía ganas de hablar de robots y me limité a decir que las esculturas y esas cosas no son otra cosa (para mí) que antepasados de los robots. Los primitivos trataban de anular la muerte reproduciendo el cuerpo humano; nosotros, en cambio, lo hacemos sustituyendo al hombre. Técnica en lugar de mística.
...
(...) La interrupción del embarazo es hoy en día una cosa completamente comprensible. Fijémonos un poco: ¿adónde iríamos a parar si no hubiera aborto voluntario? El progreso de la medicina y la técnica obligan precisamente al hombre consciente a tomar nuevas medidas. En un siglo, la humanidad se ha triplicado. Antes no había higiene. Engendrar y parir y dejar que los hijos se mueran durante el primer año, como quiere la Madre Naturaleza, es más primitivo, pero no más moral. Lucha contra la fiebre puerperal. Cesáreas. Incubadoras para los prematuros. Hoy nos tomamos la vida más en serio que antes. Johann Sebastian Bach puso trece hijos (o algo así) en el mundo, de los cuales no vivieron ni el 50 por ciento. Las personas no son conejos, sino resultado del progreso: hemos de regular nosotros mismos las cosas. Amenazadora superpoblación de la Tierra.
(...) Así lo hace la Naturaleza en todas partes: superproducción para asegurar la conservación de la especie. Pero nosotros tenemos otros medios para asegurarla. ¡Gloria a la vida! La natural superproducción (si los hombres se siguen reproduciendo alegremente como las bestias) se convertirá en catástrofe; no será la conservación de la especie, sino la destrucción de la especie.
(...) Un vistazo a las estadísticas: regresión de la tuberculosis, por ejemplo, éxito de la profilaxis, ha disminuido de un 30 por ciento a un 8 por ciento. Nuestro Señor lo hacía con epidemias; nosotros le hemos quitado las epidemias de las manos. Consecuencia: tenemos que quitarle también de las manos la reproducción. Nada de remordimientos, al contrario: la dignidad del hombre de actuar con cordura y decidir por su cuenta. Si no, tendremos que sustituir las epidemias por guerras. Se acabaron los romanticismos.
Quien se niegue rotundamente a aceptar el aborto voluntario es un romántico y un irresponsable. Naturalmente, no hay que practicarlo a la ligera, pero sí aceptar el principio: tenemos que enfrentarnos con el hecho de que la existencia de la humanidad es, en el último término, una cuestión de materias primas. Es una aberración fomentar públicamente la natalidad en países fascistas, pero también en Francia. Es una cuestión de espacio vital. No hay que olvidar la mecanización: ya no necesitamos tanta gente. Sería más sensato aumentar el nivel medio de vida. Todo lo demás conduce a la guerra y a la destrucción total. La incultura y la falta de objetividad están todavía muy difundidas. Siempre son los moralistas los que más desgracias ocasionan. El aborto provocado es una consecuencia de la cultura; sólo la selva cría y se pudre como quiere la Naturaleza. El hombre planifica. El romanticismo ha sido la causa de mucha infelicidad, de gran número de matrimonios catastróficos que todavía hoy se celebran por miedo a practicar el aborto.
...
(...) pero no es verdad que yo no sea capaz de disfrutar; disfrutaba de cada momento que se lo merecía. Yo no hago aspavientos, no canto, pero disfruto como los demás. ¡Y no únicamente con una buena comida! Tal vez no sepa siempre expresarme....
...
Homo faber: El hombre que produce o fabrica.
Este es mi segundo acercamiento al escritor suizo después de "No Soy Stiller", que me costó mucho más terminar. Homo Faber tiene un ritmo mucho más ágil, se lee rápidamente, reconozco que al principio, cuando empiezas a intuir qué va a ocurrir, el "motivo" que provoca la transformación del protagonista, llegué a pensar que aquello no me iba a gustar. Me equivoqué.
Creo que Frish nos plantea, ante todo, el paradigma del hombre en lucha contra su propia negación. Nos muestra a su protagonista, Walter Faber, como un hombre solitario, individualista y que se piensa libre. Un hombre que sólo cree en lo que logra ser probado por las estadísticas o las probabilidades. Para él el destino no existe.
Y otra vez (dos de dos) Frisch y la identidad. Para el autor suizo parece que la identidad tiene una doble variante: por una parte, la imagen que los demás tienen de uno mismo (de esto trata bastante en "No soy Stiller"); por la otra, lo que uno es para sí mismo, en Homo Faber, Walter, no de una manera explícita pero sí insistente se pregunta quién es, qué es, qué está haciendo con su vida...
Y Walter... es ingeniero y trabaja para la UNESCO en los países subdesarrollados..
Y a Walter... no le gusta soñar, ni le gustan las novelas.
La historia empieza con un incidente aéreo. A pesar de lo improbable que para Walter resulta, dos turbinas fallan, primero una, luego la otra... y no queda otra que un aterrizaje de emergencia, en mitad de un desierto mexicano, un paraje inhóspito a 70 kilómetros de cualquier punto habitado. Un territorio caluroso, asolado por la aridez, yermo... pero de algún modo amenazante para el Homo Faber que es Walter...
Este percance establece el que será el argumento principal de la obra. El avión es una de las más grandiosas creaciones de la ingeniría, y para Walter, diseñador de turbinas, el avión tiene casi una categoría de infalible. Por lo tanto, el aterrizaje forzoso en la naturaleza seca e inhóspita simboliza la ruptura de las certezas, la llegada de sucesos no previstos en su destino....
Y...¿qué pasa cuando las certezas y convicciones de uno se rompen, desaparecen? A Walter lo que le ocurre es que acaba transitando desde su cómodo y tranquilo mundo de probabilidades hasta la admisión de las contrariedades, del destino, del instinto... y admitir todo ello, tener que rectificar, a él parece que se le antoja el fracaso de una vida;
"Instrucciones en caso de defunción: todos los testimonios de mi vida, como son confesiones, cartas y cuadernos de notas, deben ser destruídos, nada es verdad."
Pronto conoceremos -y conocerá Walter- que las leyes de la probabilidad han vuelto a fallarle. Hay muchas coincidencias, importantes pero que no detallaré para evitar contar demasiado y para intentar no explayarme mucho más...
En la inquebrantable existencia de Walter todo tenía su lugar con un grado de certeza, pero el accidente aéreo abre una fisura por la que parece -a base de casualidades, algunas casi inverosímiles- querer colarse la fatalidad....
Después, el viaje en barco, la irrupción de la chica de la cola de caballo rojiza (Sabeth), y otra vez la fatalidad...
El reencuentro con Hanna después de veinte años (su único amor), la esperanza...
Walter ha cambiado.
Hay un pasaje, en Nueva York, después de todo lo ocurrido, en el que Faber, medio borracho, llama a su propia casa y alguien que no es él, le constesta. Sorprendido, vuelve a hacerlo varias veces. Mismo resultado. Incluso le pide a un camarero que lo haga, que llame por él. Mismo resultado...
Creo que lo que pretende indicarnos Frisch aquí es que Walter está llamando a alguien que ya no es él. Ese modo de exponerlo me pareció sublime.
Walter ha cambiazo.
Quizá demasiado tarde.
El estilo que usa Frisch puede resultar algo frío, a veces apático, pero acaba resultando concordante con el carácter de Faber, y alcanza una transformación del tono narrativo a medida que se desarrolla la historia y las circunstancias del protagonista van cambiando. Me gustó esa evolución...
Max Frisch sigue haciendo que me pregunte muchas cosas.
Y para eso nunca es tarde.
"Ya vienen." -Dice Walter...
Este es mi segundo acercamiento al escritor suizo después de "No Soy Stiller", que me costó mucho más terminar. Homo Faber tiene un ritmo mucho más ágil, se lee rápidamente, reconozco que al principio, cuando empiezas a intuir qué va a ocurrir, el "motivo" que provoca la transformación del protagonista, llegué a pensar que aquello no me iba a gustar. Me equivoqué.
Creo que Frish nos plantea, ante todo, el paradigma del hombre en lucha contra su propia negación. Nos muestra a su protagonista, Walter Faber, como un hombre solitario, individualista y que se piensa libre. Un hombre que sólo cree en lo que logra ser probado por las estadísticas o las probabilidades. Para él el destino no existe.
Y otra vez (dos de dos) Frisch y la identidad. Para el autor suizo parece que la identidad tiene una doble variante: por una parte, la imagen que los demás tienen de uno mismo (de esto trata bastante en "No soy Stiller"); por la otra, lo que uno es para sí mismo, en Homo Faber, Walter, no de una manera explícita pero sí insistente se pregunta quién es, qué es, qué está haciendo con su vida...
Y Walter... es ingeniero y trabaja para la UNESCO en los países subdesarrollados..
Y a Walter... no le gusta soñar, ni le gustan las novelas.
La historia empieza con un incidente aéreo. A pesar de lo improbable que para Walter resulta, dos turbinas fallan, primero una, luego la otra... y no queda otra que un aterrizaje de emergencia, en mitad de un desierto mexicano, un paraje inhóspito a 70 kilómetros de cualquier punto habitado. Un territorio caluroso, asolado por la aridez, yermo... pero de algún modo amenazante para el Homo Faber que es Walter...
Este percance establece el que será el argumento principal de la obra. El avión es una de las más grandiosas creaciones de la ingeniría, y para Walter, diseñador de turbinas, el avión tiene casi una categoría de infalible. Por lo tanto, el aterrizaje forzoso en la naturaleza seca e inhóspita simboliza la ruptura de las certezas, la llegada de sucesos no previstos en su destino....
Y...¿qué pasa cuando las certezas y convicciones de uno se rompen, desaparecen? A Walter lo que le ocurre es que acaba transitando desde su cómodo y tranquilo mundo de probabilidades hasta la admisión de las contrariedades, del destino, del instinto... y admitir todo ello, tener que rectificar, a él parece que se le antoja el fracaso de una vida;
"Instrucciones en caso de defunción: todos los testimonios de mi vida, como son confesiones, cartas y cuadernos de notas, deben ser destruídos, nada es verdad."
Pronto conoceremos -y conocerá Walter- que las leyes de la probabilidad han vuelto a fallarle. Hay muchas coincidencias, importantes pero que no detallaré para evitar contar demasiado y para intentar no explayarme mucho más...
En la inquebrantable existencia de Walter todo tenía su lugar con un grado de certeza, pero el accidente aéreo abre una fisura por la que parece -a base de casualidades, algunas casi inverosímiles- querer colarse la fatalidad....
Después, el viaje en barco, la irrupción de la chica de la cola de caballo rojiza (Sabeth), y otra vez la fatalidad...
El reencuentro con Hanna después de veinte años (su único amor), la esperanza...
Walter ha cambiado.
Hay un pasaje, en Nueva York, después de todo lo ocurrido, en el que Faber, medio borracho, llama a su propia casa y alguien que no es él, le constesta. Sorprendido, vuelve a hacerlo varias veces. Mismo resultado. Incluso le pide a un camarero que lo haga, que llame por él. Mismo resultado...
Creo que lo que pretende indicarnos Frisch aquí es que Walter está llamando a alguien que ya no es él. Ese modo de exponerlo me pareció sublime.
Walter ha cambiazo.
Quizá demasiado tarde.
El estilo que usa Frisch puede resultar algo frío, a veces apático, pero acaba resultando concordante con el carácter de Faber, y alcanza una transformación del tono narrativo a medida que se desarrolla la historia y las circunstancias del protagonista van cambiando. Me gustó esa evolución...
Max Frisch sigue haciendo que me pregunte muchas cosas.
Y para eso nunca es tarde.
"Ya vienen." -Dice Walter...
Mi voto: 8
Cine;
-El viajero. (1991 Alemania)Volker Schlöndorff
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