Algunos libros son leídos, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos.
(Francis Bacon)

martes, 18 de junio de 2013

Espera a la primavera, Bandini - John Fante

Autor: John Fante
Título original: Wait until spring, Bandini
ISBN: 9788433968142
Género: Narrativa
Editorial: Anagrama
Fecha de publicación: 1938
Fecha de edición: 2005
Páginas: 224
 
Sinopsis:
América sucumbe a la Gran Depresión. Arturo Bandini, hijo de inmigrantes italianos, transita entre la infancia y la adolescencia. Su padre, Svevo, amante del vino y las mujeres, es albañil, pero en pleno invierno apenas hay trabajo y la inactividad lo desespera. Su madre, María, es una católica ferviente, a un tiempo sumisa y feroz. Esperando la primavera crece el joven Arturo, adolescente turbulento que intenta abrirse camino en la vida y sobrevivir cuando el padre abandona el hogar...
 
Fragmentos;
 
El aire frío le humedeció los ojos. Eran dulces, eran castaños, eran ojos de mujer. Le había quitado los ojos a su madre al nacer, ya que después del nacimiento de Svevo Bandini, la madre no había sido ya la misma, achacosa siempre, siempre con expresión de enferma después del parto, hasta que murió y a Svevo le tocó tener ojos castaños y dulces.
...
Svevo Bandini tenía un esposa que no decía nunca: dame dinero para dar de comer a los niños, pero tenía una esposa de ojos grandes y negros que el amor encendía hasta el empalago, unos ojos muy suyos que le escrutaban furtivamente la boca, las orejas, el estómago y los bolsillos. La astucia de aquellos ojos era triste, pues siempre sabían cuando le había ido bien en los Billares Imperial. ¡Vaya ojos para una esposa! Veían todo lo que él era y esperaba ser, pero su alma jamás.
...
La casa no se había pagado. Era su enemiga aquella casa. Tenía voz y le hablaba siempre, igual que un loro, cotorreándole lo mismo sin parar. Cada vez que sus pies despertaban crujidos en el suelo del soportal, la casa le decía con insolencia: No eres mi dueño, Svevo Bandini
y nunca seré tuya. Cada vez que rozaba el pomo de la puerta principal era lo mismo. Durante quince años la casa le había importunado y exasperado con su cretina independencia. Había ocasiones en que la quería dinamitar y reducir a escombros. Cierta vez había sido muy fuerte la provocación, la provocación de aquella casa que, semejante a una mujer, le incitaba a poseerla. Pero al cabo de trece años había acabado por cansarse y renunciar, y la arrogancia de la casa había aumentado. A Svevo Bandini ya no le importaba. 
...
Arturo Bandini estaba convencido de que cuando muriese no iría al infierno. Para ir al infierno había que cometer un pecado mortal. Él había cometido muchos, lo sabía, pero la confesión lo había salvado. Siempre se confesaba a tiempo, es decir, antes de que la muerte se le presentara. Y tocaba madera cada vez que pensaba en ello: que siempre habría tiempo antes de morir. De modo que Arturo estaba archiconvencido de que cuando muriese no iría al infierno. Por dos motivos. Por la confesión y porque era un corredor muy rápido.
 ...
Te amo, Rosa. Era tan así, tan de aquella manera. Era pobre también, hija de un minero,
pero los chicos mariposeaban a su alrededor para escucharla, porque no les importaba, y él la envidiaba y se sentía orgulloso de ella, al tiempo que se preguntaba si los que la rodeaban solícitos habían pensado alguna vez que él también era italiano, igual que Rosa Pinelli.
Habla conmigo, Rosa. Mira hacia aquí aunque sólo se una vez, hacia aquí, Rosa, donde yo te miro.
...
 -¡Gracias a Dios! ¡Oh, gracias a Dios!
-Sí, mucho a intervenido él en ésto. Soy yo el que ha conseguido el trabajo. Soy ateo, niego la hipótesis de Dios.
...
Su casa.
Hela allí, con luz en la salita. Su casa, un lugar donde nada sucedía nunca, donde hacia calor y donde no moraba la muerte.
-Arturo...
Su madre estaba en la puerta. Pasó junto a ella, entró en la salita cálida y la olió, la sintió, se deleitó en ella. August y Federico se habían acostado ya. Se desnudó aprisa, con furia, en la semioscuridad. Luego se apagó la luz de la salita y la casa quedó a oscuras.
-Arturo.
Fue junto a la cama de su madre.
-Sí.
La madre apartó las frazadas y le tiró del brazo.
-Acuéstate, Arturo, a mi lado.
Hasta los dedos se le antojaron disueltos en lágrimas cuando se acostó junto a su madre y se sumergió en el calor dulce de sus brazos.
...
 
 
 
Días intensos, días tristes.
Esos son los días que inundan la vida de la familia Bandini, la espera a la primavera, para el albañil sin trabajo que es Svevo y para el adolescente que quiere ser jugador de béisbol que es Arturo. Un adolescente que empieza a recibir los primeros golpes de la vida.
Días intensos, días tristes.
Son también los días de John Fante, porque leyéndo, siguiendo, entendiendo y no entendiendo a Svevo, a Arturo, incluso a María, no pude dejar de pensar que este hombre realmente escribía cosas muy personales (ya había leído que Bandini (hijo) era el alter ego del autor, pero una cosa es saberlo y otra... sentirlo).
 
En esta primera novela de la llamada "Tetralogía de Bandini", empaticé con Arturo -como empaticé con Hank Chinaski en "La senda del perdedor", y como el propio Bukowski empatizó con el mismo Arturo- , este adolescente difícil, bocazas, con sus redudantes monólogos interiores, con sus aires de superioridad para con sus hermanos y con su sanísima locura. Le entendí.
Arturo reprocha y admira a su padre casi a partes iguales; Svevo (como su hijo) también espera a la primavera; "¿quién contrata albañiles en invierno?", y aguanta esa espera poniendo sus esperanzas en el juego. No hay "sueño americano" para Svevo Bandini.  Su mujer, en cambio, no pierde la fe, ella cree que rezando se asegura y, lo que es más importante, asegura a los suyos un lugar en el cielo (que no entiende de nacionalidades). María, apocada y dulce afronta y soporta cada día la desesperación de Svevo y las travesuras de sus hijos.
 
Arturo no es italiano, eso quiere dejarlo claro. Arturo tiene muchos deseos:
Arturo quiere huír de su familia empobrecida, de la escuela católica que lo satura de culpas. Quiere ser jugador de beisbol en los Yankis. Quiere que llegue la primavera para poder salir al campo a jugar a su deporte favorito con sus compañeros. Quiere que su madre vuelva a ser una madre valiente y hermosa. Quiere negar que sabe que su madre ya no es así en gran parte por culpa de su padre. Quiere que su padre tenga éxito en todo lo que se proponga. Y sobre todo quiere que Rosa Pinelli lo mire a él como él la mira a ella. Arturo Bandini será, algún día, el marido de Rosa Pinelli -se dice-.
Pero.... la nieve y la pobreza parecen aliarse en contra de Arturo.
La primavera parece que no llegará nunca. El invierno es largo, y antes de llegar a la primavera llegarán las Navidades, otra demostración más de su condición. Las Navidades están hechas para los niños ricos.
Su padre se va de casa...
Y Rosa Pinelli... su Rosa, ni lo mira..
 
La historia de Arturo puede parecer una historia vulgar (Fante parece dedicarse "sólo" a querer contarnos la historia), pero es provocadora y tristemente hermosa...
Arturo comete fechorías; roba (por amor), se mete con sus hermanos, dice obscenidades, blasfema, no soporta a su abuela e incluso...."mata". 
 Pero es que Arturo es todavía un niño, un niño que quiere olvidarse de todo y jugar (y al final le toca jugar a ser adulto).
Y a Arturo, el peso de la familia, el peso de la religión e incluso el peso del amor terminan por sepultarlo -a la espera de la primavera- en la nieve.
Pero Arturo no se rinde, sabe que algún día saldrá el sol primaveral que derretirá la nieve y lo librará de su sepultura...
 
"Espera a la primavera, Bandini" es una novela "realista". La historia parece no ir a ninguna parte, más allá de la interminable espera... pero aún así, Fante te va enganchando a esta historia familiar, te va cargando de sentimientos encontrados... 
No hay final.
De repente... te encuentras en la última página.
No hay nada más.
Y sin embargo... el final lo desata todo.
 
-Pronto será primavera -dijo Svevo.
Mientras tanto... días intensos, días tristes...
 
Seguiré los pasos de Arturo Bandini...(o de John Fante)..
 
 
Mi voto: 7
 
Cine;
-Espera la primavera, Bandini. (1989. Bélgica) Dominique Deruddere.
 
 
 

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