Algunos libros son leídos, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos.
(Francis Bacon)

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El desierto de los tártaros

Autor: Dino Buzzati
Título original: Il deserto dei Tartari
ISBN: 8420634476
Género: Narrativa
Editorial: Alianza
Fecha publicación: 1940
Fecha edición: 1976
Páginas: 251
 
Sinopsis:
La fascinación que desde su aparición en 1940 ha despertado "El desierto de los tártaros", la más célebre novela de Dino Buzzati (1906-1972), proviene del paisaje formal de la fábula que narra, no de su significación oculta. Con todo, la historia del oficial Giovanni Drogo, destinazo a una fortaleza fronteriza sobre la que pende una amenaza aplazada e inconcreta, pero obsesivamente presente, se halla cargada de resonancias que la conectan con algunos de los problemas más hondos de la existencia; la seguridad como valor contrapuesto a la libertad, la progresiva resignación ante el estrechamiento de las posibilidades vitales de realización, la frustración de las expectativas de hechos excepcionales que cambien el sentido de la existencia.
 
Fragmentos;
 
Se hacía la ilusión, Drogo, de ejercer una venganza a largo plazo, creía tener aún una inmensidad de tiempo a su disposición, renunciaba así a la vulgar lucha por la vida cotidiana. Llegará un día en que ajustaremos todas las cuentas con creces, pensaba, pero, entretanto, los otros se lanzaban, se disputaban el paso ávidamente para ser los primeros, adelantaban el la carrera a Drogo, sin hacerle caso siquiera, lo dejaban atrás. Él los veía desaparecer al fondo, perplejo, preso de dudas insólitas: ¿y si hubiese estado equivocado en realidad? ¿y si fuera un hombre común y corriente, a quien por derecho sólo le corresponde un destino mediocre?
...
Entretanto el tiempo corría, su latido silencioso mide cada vez más precipitado la vida, no podemos parar ni un instante, ni siquiera para echar una ojeada atrás. "¡Detente, detente!" -nos gustaría gritar, pero comprendemos que es inútil. Todo huye -los hombres, las estaciones, las nubes- y de nada sirve aferrarse a las piedras, resistir sobre algún escollo, los dedos, cansados, se abren, los brazos se aflojan inertes; nos vemos arrastrados de nuevo por el río, que parece lento, pero nunca se detiene.
...
Poco a poco la confianza se debilitaba. Es difícil creer en algo cuando uno está solo y no puede hablar de ello con nadie. Precisamente en esa época Drogo se dio cuenta de que los hombres, por mucho que se quisieran, siempre permancen alejados; si uno sufre, el dolor es completamente suyo, ningún otro puede tomar para sí ni una mínima parte; si uno sufre, no por eso los otros sienten daño, aunque el amor sea grande, y eso provoca soledad en la vida.
...
En efecto, avanzaba contra Giovanni Drogo el último enemigo. No hombres semejantes a él, atormentados como él por deseos y dolores, de carne que podía herirse, con caras que se podían mirar, sino un ser omnipresente y maligno; no había que combatir en lo alto de las murallas, entre estruendo y gritos exaltantes, bajo un cielo azul de primavera, con amigos al lado cuya vista reanimaba el corazón, con el acre olor a pólvora y descargas, con promesas de gloria. Todo ocurrirá en la estancia de una desconocida posada, a la luz de una vela, en la más desnuda soledad. No se combate para regresar coronados de flores, en una mañana de sol, entre sonrisas de mujeres jóvenes. No hay nadie que mire, nadie que le llame valiente.
"Valor, Drogo"
...
 
 
Difícil debe ser que alguien lea esta novela y quede impasible, es, sin duda alguna, de las más duras que haya leído (y que conste que mis lecturas no suelen ser "divertidas").
Y eso que la trama es más bien simple; Un narrador nos cuenta la vida del teniente Giovanni Drogo, destinado a una Fortaleza fronteriza...y la espera constante del ataque enemigo.
Pero no hay sangre, ni luchas cuerpo a cuerpo. Lo que aquí hay es terror, pero no un terror debido a la posible guerra. No. Es un miedo profundo el que siente el lector, una corrosión interna.
Y Buzzati, para asustarnos, lo único que necesita es encerrar al hombre.
No nos habla de la guerra, nos habla de la vida, del inexorable paso del tiempo, de sueños y pesadillas... de estancamiento.
Buzzati no nos da respiro, pese a la cadencia, a la lentitud y similitud de los días...
 La historia rezuma pesimismo, llega a ser agobiante la espera, la duda de lo que vendrá pero... no pude dejar solo a Drogo en su eterna espera(nza).
 Nos enseña la inmensidad del horizonte que se observa desde la Fortaleza, el narrador nos repite unas cuantas veces, en palabras de habitantes que ya llevan tiempo allí, lo fácil que sería salir de ella si se quisiera. Drogo tiene esa posibilidad, y al llegar decide que pronto saldrá. Pero nadie sale de ella, nadie se decide a abandonarla, y eso que ni el paisaje es alentador; es un paisaje desolado, casi apocalíptico, ni tampoco tiene nada de alentador la vida dentro de la Fortaleza; allí todo es rigor militar, no hay escenas felices, no hay concesiones para el bienestar....
Y van pasando los días en medio de esos muros, de recintos militares, de contraseñas y reglamentos. 
Drogo no se siente uno de ellos, piensa que un día se irá... pero siguiéndolo, parece un insecto atrapado en una tela de araña... siguiéndolo, dan ganas de gritarle que salga de ahí, de alargar la mano y destruir la trampa.
 Pero Drogo no me oye, ni la trampa es palpable...y acaba, como el resto de los habitantes, estancado en la eterna espera...
 
La decisión de abandonar y empezar una nueva vida se va posponiendo indefinidamente, y espero, con Drogo, el combate, y me siento, con él, atraída por el inmenso desierto, que parece ser a la vez, la nada y la esperanza...
 
Y al llegar al final, con un nudo en la garganta, con (lo reconoceré sin vergüenza) los ojos húmedos, me pregunto a mí misma...¿es a Drogo a quien realmente quieres advertir del peligro del estancamiento?
 
Esta es una de esas lecturas que recomendaría, sabiendo que encontrará lectores reacios, pero... lo bueno es más bueno si cuesta, si requiere esfuerzo y valor para pasar página(s)...
Y si no... que Drogo os explique sus miserias..
 
Creo que envejecí un poco junto a Giovanni...
 
"¿Por qué calles y plazas aprisa se vacian
y todos vuelven a casa compugnidos?
 
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.
 
¿Y qué va a ser ahora de nosotros sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución."*
 
*(Fragmento de el poema "Esperando a los Bárbaros", de Cavafis)
 
Mi voto: 9
 
Cine;
-El desierto de los tártaros. 1976. Valerio Zurluni. (Italia)
 
 
 

1 comentario:

  1. Todo el mundo recuerda el poema de Kavafis al leer esta obra, y me parece bien traído, sin embargo creo que ningún poema capta mejor la "esencia" de esta obra que éste de Oliverio Girondo:



    ESPERA
    =======

    Esperaba,
    esperaba
    y todavía
    y siempre
    esperando,
    esperando
    con todas las arterias,
    con el sacro,
    el cansancio,
    la esperanza,
    la médula;
    distendido,
    exaltado,
    apurando la espera,
    por vocación,
    por vicio,
    sin desmayo,
    ni tregua.

    ¿Para qué extenuarme en alumbrar recuerdos
    que son pura ceniza?
    Por muy lejos que mire:
    la espera ya es conmigo,
    y yo estoy con la espera...
    escuchando sus ecos,
    asomado al paisaje de sus falsas ventanas,
    descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre,
    ante sus chimeneas,
    sus muros desolados,
    sus rítmicas goteras,
    esperando,
    esperando,
    entregado a esa espera
    interminable,
    absurda,
    voraz,
    desesperada.

    Sólo yo...
    ¡Sí!
    Yo sólo
    sé hasta dónde he esperado,
    qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios;
    con qué ardor,
    y qué fiebre
    esperé
    esperaba,
    cada vez con más ansias
    de esperar y de espera.

    ¡Ah! el hartazgo y el hambre de seguir esperando,
    de no apartar un gesto de esa espera insaciable,
    de vivirla en mis venas,
    y respirar en ella la realidad,
    el sueño,
    el olvido,
    el recuerdo;
    sin importarme nada,
    no saber qué esperaba:
    ¡siempre haberlo ignorado!;
    cada vez más resuelto a prolongar la espera,
    y a esperar,
    y esperar,
    y seguir esperando
    con tal de no acercarme
    a la aridez inerte,
    a la desesperanza
    de no esperar ya nada;
    de no poder, siquiera,
    continuar esperando.


    - Oliverio Girondo -

    ResponderEliminar